Hace unos días revisando la cuarta
parte de Paulus, me di cuenta de un error. Al hablar del pequeño y
estrecho rollo donde se iban anotando los nombres de la genealogía de la
familia de José, padre de Jesús, daba a entender que ese rollo venía de tiempos
antiquísimos, unas diez generaciones después de Abrahán.
Pues bien, lo he tenido que cambiar.
La capacidad del cuero para perdurar es notable, pero no tanto. El pergamino
más antiguo que fragmentariamente ha llegado hasta nosotros es del siglo XXIV
antes de Cristo, pero esto es absolutamente excepcional, en un clima desértico
y sin nadie que lo toque con las manos. Se guarda en Oxford una regla de san
Benito del siglo VI. Pero se trata de un superviviente admirable. El Codex
Sinaiticus también es de pergamino y es del siglo IV, pero se conservó en
un ambiente desértico.
Lo más razonable es que el soporte
material de cuerpo si era muy antiguo pudiera tener unos quinientos años. Pero
más allá de esa época me imagino que se volvería demasiado quebradizo en el
caso de mantenerlo en un ambiente muy seco. Y el de Judea, salvo en el desierto
de la zona de Jericó, no era perfectamente seco.